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Los videojuegos y el cine van de la mano. No es algo que pase desde hace poco. De hecho, ya hace años que ambas industrias colaboran en busca de un entretenimiento mayor, ya sea con adaptaciones de películas al formato videojuego o con videojuegos llevados a la gran pantalla. Creo que no ofendo a nadie al afirmar que ninguno de los dos casos suele dar como resultado el mejor exponente de cada género en concreto. Suelen ser videojuegos bastante olvidables (y la práctica de hacer juegos de pelis se ha ido perdiendo con los años) o películas qué casi mejor olvidarlas completamente.

Sin embargo, cada vez es más frecuente el adaptar técnicas del cine en los videojuegos, ya sea con la interpretación por parte de actores reales (y no son pocos) como el valor y movimiento de planos, como si de una película se tratara. Cada vez se presta más atención al guión, dejando atrás la simplicidad del fontanero que rescata a la princesa. Dejándonos obras e historias que rivalizan con cualquier producción de Hollywood.

Siempre hay que entender cada cosa en su contexto, y creo que no es, para nada, la misma experiencia el ser espectador de una historia o el formar parte de ella (ojo, no digo que una sea mejor qué la otra, simplemente son diferentes). Que el jugador tome decisiones sobre cómo avanza la historia o que no las tome y solo vea las consecuencias de sus actos son herramientas muy poderosas a nivel narrativo.

Y hablando un poco más sobre la técnica propia de la cámara de cine en los píxeles, creo que es muy reseñable el ejemplo de God of War y cómo juega con las bien camufladas pantallas de carga, simulando que todo el juego es un plano secuencia sin ningún corte. O cómo el Red Dead Redemption 2 consigue plasmar a la perfección el estilo western en el videojuego, haciéndonos partícipes de una trama qué rivalizaría con cualquier película del género (por no hablar de que se escribieron más de 550.000 líneas de guión).

Los estándares que están dejando obras de este calibre sientan unos precedentes estupendos. Porque el cine y el videojuego no deberían ser enemigos, sino que deberían intentar tener una sana retroalimentación. Una en la que los videojuegos nos puedan dar planos dignos del mejor director de fotografía y en la que las películas sean capaces de adaptarse a nuevas formas de contar historias. Y, con esta reflexión, me despido, pero no sin recordaros que os paséis por nuestras listas de reproducción de YouTube y Spotify.